Traspasando el umbral de una empresa, podemos observar una serie de estímulos, desde la ambientación física, su ornamentación, iluminación, hasta la utilización de recursos para desarrollar su gestión. En medio de ese mosaico de contrastes, aparece un factor que aunque no siempre consciente, es fundamental para el logro de los propósitos empresariales, nos referimos a las actitudes y comportamientos que observamos en cada uno de los integrantes de la organización.
Acerca de estas actitudes, las empresas muchas veces invierten recursos en identificarlos, medirlos y modificarlos, con el afán de ocuparlos como lo que son, verdaderos recursos para potenciar la calidad en el trabajo y la calidad de vida de los que trabajan. La prioridad sería transformar aquellas actitudes que resultan nocivas para los fines empresariales y humanos, es decir, las actitudes negativas, las que nunca faltan pero que en ocasiones pueden resultar tan frecuentes que en definitiva obstaculizan y socavan a una organización. A continuación mencionaremos algunas de esas actitudes nefastas a fin que se cuente con una idea de aquellos comportamientos que no podemos legitimar ni permitir sí pretendemos disponer de una organización enfocada genuinamente a la calidad integral.
1. Negativismo. Experiencias de carencias emocionales o materiales, donde han habido mensajes permanentes de desvalorización o invalidación, normalmente provocan que muchas personas reaccionen de forma negativa en sus ambientes laborales, nos referimos a aquellas personas que frecuentemente ven el vaso medio vacío o que observan el pequeño punto negro en medio de toda una hoja en blanco. En base a su percepción selectiva y condicionada despliegan y mantienen una postura negativa en cuanto a comentarios y acciones. Una de las manifestaciones más evidentes es la crítica constante que provocan, pero con énfasis destructivo, averiando con sus acciones intentos por superar áreas de mejora. El pesimismo, el fatalismo, el derrotismo, son una constante que terminan contaminando de forma real la atmósfera laboral.
2. Agresividad. De igual forma, haber vivido prácticas de mal trato emocional, verbal o físico, nos alecciona para reproducir un comportamiento abierta o solapadamente agresivo. La actitud agresiva es una de las más perniciosas y cuyas manifestaciones pueden resultar tan diversas que confunden tanto al que las provoca como al que las recibe. La más notoria es aquella conducta abiertamente confrontativa y dañina, a través de actos, palabras o gestos, cuyo objetivo es lastimar o herir a otros, descalificándolos o humillándolos.
Una variante es la postura pasivo-agresiva, en la que observamos comportamientos de aparente serenidad o docilidad pero que realmente ocultan una clara intención de sabotear o afectar a los demás; acá podemos encontrarnos con una de las más perjudiciales actitudes ya que al no identificarse abiertamente, este comportamiento puede pasar inadvertido pero no por eso deja de ser efectivo en su finalidad de menoscabar las relaciones. Un “lo haré lo más pronto posible” con aparente disponibilidad, se traduce para este tipo de personas en “me tomaré el tiempo necesario para no sacrificarme y para afectarle a usted”. Comportamientos y lecturas como éstas se pueden encontrar recurrentemente, fraguando un clima desintegrador en toda dirección.
Relacionados a esta actitud agresiva encontramos otras manifestaciones con igual efecto nocivo, como hostilidad, enojo, irritabilidad, rebeldía, rechazo, soberbia. Quienes personifican estas actitudes básicamente lanzan mensajes de perjuicio, todos en clave de anular a otros o lo que representan estos otros.
3. Defensividad. Personas expuestas a rechazos, castigos o limitaciones, suelen generar conductas defensivas, propiciando bloqueos en las relaciones a través de posturas antagónicas, de intransigencia, intolerancia y radicalismo. Se rehúsan y se nublan para llegar acuerdos. Uno de sus lemas es “no hay mejor defensa que un ataque”; perciben, muchas veces subjetivamente, que el trabajo y los demás son oponentes, y desde allí actúan en consecuencia para proyectar toda una barrera que obstaculiza el mejor entendimiento y la negociación exitosa.
4. Frustración-Desmotivación. Es frecuente encontrarnos con personas habituadas a experiencias en las que se han victimizados, al percibir que muchas de sus metas y ambiciones no han sido alcanzadas y por tanto se encuentran sumergidas en un ambiente interior cargado de insatisfacción, resentimiento y reproche. Considerando que se perciben como insatisfechas, estas personas suelen mantener un nivel de motivación marcadamente bajo, por lo que no muestran entusiasmo, energía, complacencia, si no más bien denotan apatía, hastío, indiferencia, frialdad. En conclusión, un comportamiento que no contribuye a un clima de búsqueda de desafíos y por tanto limita el crecimiento de todo tipo.
Nutrir un ciclo envenenado de este tipo de actitudes sólo favorecerá que la organización se mine constantemente, enviando un mensaje negativo a clientes externos e internos que no contribuiría a una mayor eficacia. Además el costo de sostener este patrón cultural al interior de una empresa es elevado; sólo pondere el consumo de energía y tiempo que se mal gasta en mantener este tipo de comportamientos; vitalidad y recursos que pudiendo ser invertidos en construir, son utilizados para la destrucción de puentes y de estructuras enfocadas a la edificación.
Medidas para paliar, contrarrestrar o eliminar estos comportamientos, requerirán de un reconocimiento que estas actitudes forman parte de la cultura de una empresa, luego identificar a los actores y el grado de participación que tienen en cada actuación, y finalmente, iniciar un proceso de cambio actitudinal, donde se invite a los miembros a adquirir nuevas creencias, valores, actitudes y comportamientos, lo cual debería ser recompensado en una cultura naciente pero firme en el enfoque de crecimiento y desarrollo de cada persona y del colectivo. Ciertamente el papel que juegue la dirección será decisivo, no sólo para que institucionalice un programa de cambio, si no, fundamentalmente para que promueva e instaure esos valores y normas dirigidas al respeto, servicio, entusiasmo, optimismo, integración, solidaridad. Todo ello para garantizar al equipo que habrá una nueva dimensión y realidad para potenciarse en un trabajo estimulante y enriquecedor.
“No es tu APTITUD, si no tu ACTITUD, lo que determina tu ALTITUD” -Anónimo
“No hay nada más hermoso, que vivir rodeada de gente positiva y recordar que nunca entra la oscuridad donde hay luz” - Norma Matelievsky
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