Considerando la situación extrema que hemos vivido y continuaremos viviendo por un periodo prolongado e indefinido, conviene abordar un tema esencial para la salud de las personas y sus repercusiones en todo ámbito, uno de ellos el laboral. Se trata del agotamiento mental y emocional que muchos estarán experimentando de cara a la nueva realidad y la nueva normalidad. Entenderemos como agotamiento mental o emocional a la sensación de estar emocionalmente exhaustos y fatigados por situaciones cambiantes y amenazantes, es decir, frente a una sobrecarga de sucesos estresantes. Se trata de un estrés que ha llevado a vulnerar nuestras defensas y superar las propias capacidades, debilitándonos al grado que el sistema mente-cuerpo deje de funcionar correctamente.
Cualquiera pensaría que poco estrés experimentamos, considerando que se ha paralizado prácticamente todo pero precisamente la fuente de tensión es la inactividad y un futuro incierto que nos provoca una sobrecarga del flujo de pensamiento normal. La población se ha visto afectada seriamente por varias fuentes de presión: el temor al contagio, las noticias alarmantes a nivel mundial, la falta de información confiable ante esta situación inédita, la cuarentena prolongada, la incertidumbre por los trabajos, la débil economía personal o familiar, el sustento diario, los mensajes antagónicos y polarizantes de diferentes actores locales e internacionales. Agreguemos el estrés derivado del uso constante de las plataformas virtuales para videollamadas, reuniones o capacitaciones (Zoom anxiety) que provoca cansancio tecnocerebral.
Algunos de los síntomas de esta fatiga mental y emocional son: nerviosismo, irritación, angustia, impotencia, tristeza, desmotivación, pesadez, aislamiento, pulsaciones, dolor de cabeza y muscular, problemas digestivos, dificultades para concentrarse y para dormir. También pueden presentarse señales como gestos de dolor, tensión facial, excesiva movilidad o bien, lentitud en las respuestas.
Es importante señalar que este cuadro se está reproduciendo muy posiblemente en muchas personas y que conforme pasa el tiempo, podría agudizarse convirtiéndose en un patrón de comportamiento. De igual forma, varias de estas personas que están experimentando este estado crítico, son las que regresarán eventualmente a sus trabajos, por lo que es vital reconocer que su reincorporación y productividad se pueden ver comprometidas y afectadas en tanto que habrá una mayor exigencia para recuperar el tiempo y lograr las metas demandadas. No se puede subestimar y pensar simplistamente que se retorna a las labores sin ninguna secuela; las hay y en muchos casos, serias. Directivos, colaboradores, proveedores y clientes podrían manifestar este desgaste a través de actitudes que retrasen el engranaje. Ante este contexto, las empresas tendrán que estar vigilantes para detectar dicha situación y proveer a sus colaboradores las condiciones necesarias para que este comportamiento no se traslade al funcionamiento cotidiano y menoscabe el rendimiento. No sólo se trata de implantar medidas de bioseguridad sino también de reincorporación y readaptación.
Algunas recomendaciones para manejar el cansancio mental y emocional son: Identificar la causa de nuestro agotamiento y enfocarnos en tratarla. Controlar nuestros pensamientos irracionales, evitando concluir o hacer predicciones futuras o darle vuelta a ideas, hechos y actos pasados que no tienen solución. Observar las preocupaciones, relativizarlas y priorizarlas. Trabajar en la higiene mental como lectura, meditación, relajación, música, baile, ejercicios. También proveer de un espacio para trabajar individual y/o colectivamente con las cargas emocionales que el personal manifieste directa e indirectamente, bajo el apoyo de especialistas en la materia.
"A menudo... la cárcel en la que creemos estar encerrados no lo es. Su puerta no tiene cerrojo" -Catherine Rambert.
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