Por momentos parece resultar que estamos a las puertas de una sociedad distópica, considerando el episodio indeseable y oscuro que estamos viviendo, que pone al descubierto nuestra incapacidad como sistema de vida al no alcanzar la efectividad en la solución oportuna para contrarrestar sus efectos desestabilizadores. Dejó de funcionar el modelo que prevalecía, tanto social e individualmente, y ante la arremetida de un virus quedaron exhibidas las falencias institucionales y personales.
Está confirmado que el mundo que conocíamos entró en una metamorfosis en sus principales ejes de funcionamiento: salud, diseño socioeconómico, nexos comunicacionales, entre otros. Más que pensar en volver a la normalidad o una nueva normalidad, lo cierto es que ya estamos ante algo totalmente diferente a lo que estábamos acostumbrados; es un nuevo orden, con nuevas reglas y nuevas rutas a seguir para la subsistencia y la convivencia.
En contraste, la reacción de muchos/as está en clara confrontación en reconocerlo, desplegando una actitud de resistencia ante las barreras y las nuevas reglas de juego. Podríamos resultar hasta altaneros, en algún momento, al pretender perpetuar el patrón previo o que el mismo retorne, dilapidando así energía emocional en intentar someter algo que está fuera de nuestro margen de maniobra. Esta resistencia se manifiesta abierta o pasivamente, pero sin dejar de asomarse en nuestro día a día.
Nuestra cosmovisión se encuentra regida por un predominio de la inmediatez a cada necesidad por satisfacer, la falta de tolerancia, el excesivo deseo de controlar, el activismo sin dirección y la poca capacidad de postergación. Lo anterior nos estrecha la mirada hacia los nuevos horizontes que se vislumbran inminentemente.
Las soberanías de los hábitos nos tiranizan y los atavismos limitan el espacio para la flexibilidad y la búsqueda de otros senderos que podrían ser descubiertos con mejor ánimo y receptividad. Los atajos mentales prevalecen para que al final resulte que tomamos el camino más largo y tortuoso.
Al resistirnos permanentemente terminamos haciéndonos mucho más daño que el provocado por los efectos de la actual crisis, algo que pretendemos evitar pero que finalmente propiciamos. Podemos tener arrebatos eventualmente ante la presión, pero no podemos dejar que sea una constante de comportamiento.
Ante el panorama actual de incertidumbre, solemos reaccionar en un inicio con una actitud de negacióne intentamos suponer que no es tan serio como parece. Para el caso de la actual crisis: que se trataba de teorías conspirativas o reduciendo el fenómeno de salud a una simple “gripe”. Poco tardó para que la realidad superara toda especulación. Hemos visto que la mudanza continua y es cuando resulta normal preocuparnos y resistirnosya que lo percibimos como atentatorio contra nuestra aparente esencia. Cuando, tanto negación como resistencia bajan su intensidad, procedemos a explorary descubrir lo rescatable y prometedor de lo existente hasta concretar un compromiso renovador con el nuevo esquema de funcionamiento. La exploración de opciones es clave para la reacomodación en tanto nos permite materializar la realidad en su nueva dimensión y su correspondiente aceptación. Es necesario reconocer este viaje en estas etapas (negación, resistencia, exploración y compromiso) y enfatizar en las últimas dos para hacer que las cosas tomen su lugar y nosotros el nuestro en el nuevo orden.
Lo apropiado sería mostrarnos conscientes frente a esta experiencia crítica, orientándola hacia una excelente posibilidad de proyectar con elevado espíritu la capacidad que tenemos para adaptarnos sobriamente y darle la bienvenida a lo que sin duda será nuestro nuevo mundo.
“La belleza de la distopía es que nos permite experimentar vicariamente mundos futuros, pero todavía tenemos el poder de cambiar el nuestro” - Ally Condie
“¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo que acrece el poder; el sentimiento de haber superado una resistencia.” - Friedrich Nietzsche