Estamos claros que la crisis vino para quedarse, no hay visos de mejoría inmediata y por ahora se generan nuevas reglas en el panorama internacional y nacional; las señales cambian constantemente, sin rumbos precisos, y el tráfico debe continuar a fin de evitar atascamientos en la macro y microeconomía, al menos, más de los actuales.
Habrán muchas estrategias para lograr esta finalidad, sin embargo, una que resulta vital para la sostenibilidad, es la de propiciar comportamientos maduros y coherentes, enfocados a producir calidad en toda esfera, desde el servicio al producto, sin descuidar el crítico comportamiento de los hacedores de ese servicio o producto. Esta estrategia se circunscribe en la capacidad de provocar, mantener y expandir el compromiso de las personas que integran el equipo de trabajo, tarea nada fácil considerando los antivalores que privan actualmente en el medio.
Lograr el compromiso es el nombre del juego sin duda alguna. Sin compromiso no hay acción trascendente y sin ella habría que conformarnos con repetir actividades sin resultados superiores, que al final nos llevan a la fatalidad que tanto tememos, es decir, la inacción y sus consecuencias.
Estimular un compromiso maduro y real, no resulta fácil considerando la mentalidad que poseemos actualmente muchas personas, la cual se concentra en un concepto superficial y hedonista de la vida. Generalmente un compromiso requiere de inusuales aportes y hasta sacrificio, despojándonos de conceptos simplistas de éxito y desplegando un elevado coraje para lanzarnos a acciones que desbaratan mentalidades flojas y conformistas.
Compromiso implica la capacidad de cada persona de involucrarse plenamente con las acciones que generen mejores escenarios al interior de la organización. Es un compromiso que obviamente inicia con el de la dirección de la empresa. Hablamos de directivos que crean genuinamente y se arraiguen a un ideal que genere entusiasmo para sí mismos y para los demás. Ideales que provoquen incomodidad con nuestra actitud actual pasiva. En este sentido, los líderes deberían visualizar en cada empresa un escenario perfecto para provocar equipos de alto rendimiento, capaces de innovar y transformar. No podríamos solicitarle algo relevante a los miembros del equipo sí el líder no es capaz de aportarlo antes. Así, en esa dinámica contagiosa, podrá ganar adeptos y estimular nuevos compromisos individuales de cada integrante.
Sin duda esta estrategia conlleva un grado de dificultad elevado, el humano, ya que se debe generar relaciones altamente vinculantes con los diferentes actores a fin de favorecer una relación monolítica, capaz de superar las adversidades y presiones venideras. De allí que hablemos de compromiso: independientemente de los obstáculos, hay un propósito que cumplir y una feroz voluntad por alcanzarlo. El compromiso va más allá de las trabas inmediatas, va en pos de lo que se encuentra superando esas trabas, el éxito mismo.
Con compromiso, no existen fronteras ni límites, sólo horizontes y explanadas para iniciar el camino, el cual no estará exento de tropiezos, insisto, y problemas que generen desánimos. Cuando estos surjan habrá un contrapeso vital, el de recuperar la vista puesta en el compromiso asumido con seriedad y responsabilidad total.
Propiciar el compromiso personal como directivo y luego el de los miembros del equipo, es una opción radical de dejar de actuar contemplativamente para actuar efectivamente. Si usted no asume su compromiso, prepárese para recoger los escombros. Cada día sin compromiso en lo vital usted se aleja de la ruta que lo debería llevar a su plenitud como persona y como trabajador.
“El hombre sabio querrá estar siempre con quien sea mejor que él” - Platón
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