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Los Titanes de la Salud: Mujeres y Hombres que Batallan contra la Pandemia

Cuántas noticias a nivel mundial no dejamos de recibir sobre la hecatombe que está provocado la pandemia de coronavirus Covid-19. Suscita conmoción y dolor al enterarnos detalles que van desde el brote, la propagación, expansión e impacto en la vida de la humanidad completa, ya que a este punto todos hemos resultado afectados: los pacientes, los familiares de éstos, la sociedad en sí misma y de una manera específica y directa, el personal de salud que se enfrenta a diario y heroicamente a la lucha contra un enemigo camuflado y silencioso pero tan tenaz como destructor. Reconocemos como guerreros auténticos a los médicos, profesionales de enfermería, asistentes médicos profesionales y todas aquellas personas que se involucran directa e indirectamente en hospitales, centros de salud y cualquier escenario donde aparece una víctima del virus, sin excluir a ningún actor. Todos ellos resultan ser valientes combatientes en condiciones de anonimato.

El temor es un sentimiento natural para la sobrevivencia y nadie está exento de él, después de todo es lo que nos permite determinar quién es audaz ante el mismo. De allí que podemos reconocer al personal de salud que está alcanzado méritos por luchar una guerra librada desde varios flancos ya que no podemos dejar de mencionar que frente al enemigo número uno, el coronavirus, estos combatientes se enfrentan a la ignorancia de algunos que les ven como fuentes de contagio potencial y por otro lado, también enfrentándose contra las deficiencias estructurales al no estar debidamente preparados para combatir a este monstruo poliédrico de muchas caras.

Saltan intrusivamente preguntas tales como: ¿cuánta energía se debe tener para luchar a diario contra tantos enemigos?, ¿cómo inician sus días y cómo los concluyen bajo amenazas reales de contagio y discriminación?, ¿qué incertidumbre tan agobiante les gobierna a ellos y sus familias?, por decir algunas.

No resulta un infortunio solamente, sino más bien emblemático que Li Wenliang, el médico que intentó advertir sobre el brote del coronavirus, muriera después de contraer el virus mientras trataba a pacientes en Wuhan; vaticinando la travesía por venir donde pacientes y personal de la salud estarían luchando prácticamente la misma batalla por sobrevivir.

Sobre la actuación de este personal de salud, quienes tienen nombres y vidas como las nuestras, se sientan las bases desde las cuales podremos reconstruir una vez queden los escombros de la pandemia. Literalmente, nuestro futuro depende de ellos. Proveerles el reconocimiento necesario, simbólico y real, acreditarles su coraje sin más, apoyarlos y defenderlos como ellos lo hacen con nosotros ahora, debe ser la consigna. Más que un decreto, es un valor y principio a reproducir de inmediato entre todos, para contribuir a dotarles de las capacidades necesarias y reafirmarles la gratitud inconmensurable que les hagan pensar, sentir y vivenciar que sus esfuerzos son valorados genuinamente y que merecen recibir, para quienes logren burlar un desenlace fatal y para quienes no alcanzaron a hacerlo también. Al final, prevalece esta verdad pétrea: la vocación y devoción de los profesionales de la salud, de estos admirables seres de vida, es lo que nos permitirá levantarnos, sino es que por ellos aún podemos hacerlo.

“Donde hay amor por la medicina, hay amor por la humanidad” - Hipócrates

“Un hombre que toma conciencia de la responsabilidad, que tiende hacia otro ser humano y lo espera afectuosamente, o hacia un trabajo inconcluso, nunca podrá deshacerse de su vida. Él sabe el «por qué» de su existencia, y será capaz de soportar casi cualquier «cómo»”. – Viktor Frankl

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