El temor y la ansiedad son dos acompañantes indeseables y permanentes del ser humano. Consciente o no, llevamos atados esos sentimientos negativos que suelen aparecer de forma recurrente en nuestras vidas y limitarnos a una serie de oportunidades, en tanto ocupamos energías vitales para sobrellevarlos cuando la misma energía podría ser un caudal de potencia para alcanzar objetivos trascendentes y fundamentales en nuestras vidas y sus diferentes escenarios, tanto a nivel personal, familiar, laboral, social. Desafortunadamente el patrón adquirido básico es reaccionar atemorizados o perturbados frente diversos estímulos que nos sobresaltan o paralizan.
Cuando nos referimos al temor estamos frente a una emoción de reacción y excitación para escapar de algo específico, lo cual percibimos como amenaza, ya sea real o imaginaria. Un temor frente a un peligro real resulta útil para la sobrevivencia, no obstante, un hábito de reaccionar con temor constantemente afecta la sobrevivencia misma. Algunos temores pueden ser: al fracaso, a las pérdidas, al castigo, a la soledad.
La ansiedad por otro lado, es una emoción de intranquilidad, nerviosismo o angustia hacia algo que no logramos definir con precisión pero que se torna igualmente amenazante como el temor, con potencial daño a la integridad de la persona. Una mañana se despierta con una sensación de agobio y conmoción sin poder determinar qué es lo que la provoca, mientras el día puede transcurrir con esa sensación sin poder hacer mucho para eliminarla.
Un patrón constante de estas emociones obviamente obstaculizan el funcionamiento normal y limitan sobre todo, el rendimiento óptimo en las personas que las experimentan. El propósito de nuestro ser deja de ser vivir con plenitud, y se transforma en defenderse infructuosamente de dichos temores y ansiedades. Es así como las energías y emociones positivas de creatividad, satisfacción, entusiasmo, alegría, quedan como episodios aislados que no impactan nuestra calidad de vida.
No se pretende ser inconmovible frente a condiciones de daño potencial pero si de manejar la reacción y la actuación.
El elemento determinante para superar temores y ansiedades es enfrentarlos, es decir, darnos a la tarea de definir qué sentimientos precisos experimentamos, hacer la distinción entre temor y ansiedad por ejemplo, luego las posibles causas de los mismos y formular medidas y acciones para desvirtuar dichas emociones nocivas.
Es claro que la actividad de enfrentarlo podría parecer algo simple de realizar, aunque en la realidad es lo que menos hacemos; posiblemente por la misma sensación de temor de descubrir una verdad que por alguna razón no deseamos develar por considerar que el síntoma quizá sea mejor que la causa, lo cual actúa como un mecanismo de defensa ineficaz. Empero, la actitud de una persona responsable y con visos de madurez, es asumir el desafío de conocerse y actuar coherentemente para desarticular el andamiaje del temor y la ansiedad que no hacen si no restarle poder y satisfacción a la vida de cualquier persona.
La pregunta de rigor a formularse es: ¿de qué sería usted capaz de realizar si no tuviera temor? Respóndase y podría sorprenderse de las posibilidades ilimitadas que tiene en su repertorio. Luego pase de la posibilidad a la ejecución; aunque podrá parecer y será difícil de lograrlo, sí podrá hacerlo.
"La ansiedad es un arroyito de temor que corre por la mente. Si se le alimenta puede convertirse en un torrente que arrastrará todos nuestros pensamientos." - A. Roche
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