Pareciera un término ofensivo al mencionar la palabra ignorancia, lejos de ello, es más bien un concepto ilustrativo que nos ayuda a efectuar algunos cambios en nuestras vidas. Iniciaremos por definir el concepto de ignorancia, el cual proviene del latín “in, no, y gnarus, conocer”. La ignorancia es falta de conocimiento o información sobre una cosa en un ser capaz de conocer.
Las personas con falta de conocimiento están expuestas a una serie de comportamientos que llamaremos sus hijas. Pero antes de abordarlas reconozcamos algunas áreas donde prevalece la ignorancia.
La vida propia. El desconocimiento de sí mismo/a es una situación muy marcada en nuestra sociedad. Fundamentalmente se trata de ignorar quién soy y para qué he sido constituido en esta vida. Las personas solemos describirnos bajo conceptos simplistas, románticos y hasta alejados de la realidad. No es extraño que muchas personas se auto describan como responsables cuando los hechos evidencian lo contrario. ¿De dónde se deriva esta situación? Pues precisamente de falta de conocimiento personal. Al desconocer mis propias características individuales y sobre todo, potencialidades, limito considerablemente mi plena capacidad de vida. Sería de utilidad algún tipo de ayuda profesional para este fin, no obstante, el autoanálisis, la introspección, la lectura, las conversaciones profundas contribuyen a la reflexión y reconocimiento individual.
La vida de los demás. No actuamos en solitario, somos una real red de conexiones y el desconocimiento de los demás es una clara fuente de obstáculos para una vida superior. El no reconocer, primero que somos una red en movimiento constante y luego ignorar quiénes son, en su verdadera dimensión, los que componen dicha red es lo que llamamos ignorancia de la vida de los demás. Resulta normal que haya un desinterés por los demás lo que implica subestimar la información necesaria de sus identidades y sus requerimientos. Sin el recurso de los demás, el trayecto se limita; convendrá volver ágil y dinámica la relación con estos protagonistas de la vida que complementa y enriquece mi protagonismo.
La vida misma. En clara alusión de desconocer cómo funciona esta vida, sus componentes básicos como la realidad de nuestro mundo, su historia, sus actores, sus problemáticas actuales, el proceso evolutivo inherente que posee, las normas conductuales, sus valores, entre otros. Más parece que hemos reducido esta vida a una vida virtual de pequeños e insignificantes actores y acontecimientos conectados a una red tecnológica que nos distrae de las responsabilidades fundamentales de la vida real. Se desconoce que la vida misma conlleva un elevado grado de desafíos y por consiguiente, ignorarlos es mejor que afrontarlos. Al final un desperdicio ante la oportunidad de vivir.
El trabajo. Ignorar conceptos, técnicas, procedimientos, políticas específicas de cada gestión laboral es un factor determinante en el desarrollo de una persona, una organización y una nación. Hemos logrado muchas veces un estándar básico de desempeño, conformándonos con ejecutar acciones sin mejorarlas o innovarlas, en el mejor de los casos, y en el peor, desconociendo puntos críticos de desempeño para lograr al menos lo necesario en nuestras áreas de trabajo. A este ritmo acelerado de conocimientos en el ámbito laboral, ignorarlos, es clara alusión de desaparecer en la escena productiva.
Ahora podemos abordar a las hijas de la ignorancia y sus efectos perniciosos en nuestras vidas.
La soberbia. Tener la arrogancia de atribuirse verdades absolutas y contundentes no denota si no clara ignorancia y un mecanismo de defensa que evita asumir responsablemente el aprendizaje continuo. El conocimiento debería conllevar una elevada dosis de humildad, en tanto bien escaso que debe ser puesto al servicio de los demás. Sin embargo, las personas arrogantes pretenden evitar ser cuestionadas sobre el grado y alcance de sus conocimientos a través de una postura inflexible, sin dejar espacio para consideraciones o debates, y sobretodo, negándose la experiencia enriquecedora de actualizar la visión del mundo.
La apatía. Personas apáticas sobre la vida desconocen los fundamentos de la misma y se refugian en una actitud desidiosa evitando tomar responsabilidad sobre sus actos y la relación directa que tienen con otros. Falta conocimiento claro del papel protagónico que todos estamos llamados a tomar en una sociedad plagada de individualismo a ultranza y que por tanto requiere de lideres de las propias vidas y de la sociedad. Las personas apáticas desconocen el rumbo de sus vidas y se dejan arrastrar por las corrientes temporales y banales.
La indisciplina. En consonancia con la apatía, al desconocer mi propia capacidad y las necesidades de la vida misma a la que debo aportar, se provoca uno de los comportamientos más nocivos del ser humano: la falta de disciplina, la falta de cumplimiento de los roles fundamentales y secundarios que debemos asumir. Una actitud de relatividad del mundo prevalece y por tanto el sentido de urgencia para aportar con precisión no aflora.
La mediocridad. Obviamente al faltarnos información y conocimientos desconocemos factores clave que nos ayudarían a desplegar un comportamiento mucho más productivo y efectivo, como personas y como trabajadores. No es posible aportar algo mejor si no poseemos conocimientos actualizados y acordes a las exigencias de este entorno de constantes fluctuaciones.
La soledad. ¿Quién podría sentirse solo sí cuenta con lectura que estimule su intelecto? Sin embargo, las personas que no enriquecen su vida con información valiosa, rica en contenido de valores, principios, trascendencias, están expuestas a sentirse a la deriva frente a los acontecimientos existenciales, o bien, a sobrellevar una vida sin sentido que recae en una soledad real ya que no se puede recurrir a la propia compañía personal al carecer de recursos de vida plena.
Ahora, usted decide si acabar con la ignorancia o dejar que su maternidad nutra más hijas tiránicas.
“La ignorancia es la noche de la mente, pero una noche sin lunas ni estrellas” – Confucio
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