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Enfrentando las adversidades, superando el temor

Sin duda alguna los efectos de la actual crisis económica se han evidenciado en diferentes facetas de la vida de la nación, describirlos sería redundar la difícil realidad que a diario vivimos. No obstante, habrá que identificar oportunidades enfrentando estas adversidades. Está claro que en muchos aspectos hemos quedado en “escombros” por las acciones derivadas de dicha crisis, pero también está claro que por opción y obligación debemos reconstruir, y una de las áreas vitales a reconstruir serán nuestros centros de trabajos, nuestras empresas, en tanto que una de las principales plataformas de despegue, para encarrilarnos a la normalidad, deberán ser las empresas mismas. Sin embargo, debemos reconocer que uno de los efectos en la psicología del salvadoreño ha sido la generación de temor o miedo, posterior a vivenciar directa o indirectamente despidos, cierre de empresas, reducción de operaciones, disminución de ventas, disminución de ingresos, etc.

Conviene analizar los efectos del temor en el comportamiento de cada empleado, empresario, y en todo caso, de cada salvadoreño. El propósito es restarle poder a dicho miedo, dando paso a una conducta personal y laboral creativa y de mayor amplitud, que sea consecuente con esta gestión de edificación.

En su forma más básica, el miedo tiene que ver con la existencia: solemos tener miedo a la vida o bien a la muerte. El hecho mismo de existir nos exige cosas que provocan miedo. En el otro extremo, contemplar la muerte, que significa el cese de nuestra vida, nos puede provocar pavor.

El miedo se presenta bajo numerosas formas, entre ellas: un estremecimiento de anticipación, la consternación o desconcierto, el terror aniquilador, fobias de varias clases, la angustia y la preocupación, la vergüenza, la esperanza, el odio. De igual forma el miedo es una manifestación muy física que incluye, entre otras manifestaciones, fuertes latidos del corazón, un encogimiento del estómago, un intenso dolor de cabeza, así como temblores musculares, sudores y  hormigueos.

El miedo es muy útil ante una amenaza física, como un carro que nos embiste, pues nos impulsa a actuar, a correr rápido. En el pasado, cuando la vida cotidiana era más peligrosa, nuestros antepasados debían huir de situaciones peligrosas y luchar por su vida; para ellos, enfrentarse a situaciones de peligro físico provocaba una necesidad adicional de hormonas que les permitiera correr más rápido o luchar de manera más eficaz. Estas hormonas reducen el funcionamiento de los procesos normales del cuerpo, como la digestión, a fin de permitirnos maximizar la energía y afrontar la amenaza. Esta respuesta al peligro se llama “síndrome de luchar o huir”.

El problema es que, aunque constituye una reacción magnífica ante un peligro físico, nos paraliza cuando el peligro es psicológico. Ante una amenaza que no sea física, este síndrome resulta inadecuado y deja unas pesadas hormonas fluyendo por nuestro sistema, hormonas que pueden hacernos sentir pánico o miedo, y hacer que el miedo se convierta en un ciclo repetitivo. El temor a la posibilidad  de nuevos despidos, cierres de empresa, es ante todo un peligro psicológico, nadie puede garantizar que será un peligro real. Analice cómo ha estado su comportamiento y el de los demás después de las amenazas reales y psicológicas de la crisis económica, sin duda confirmará que esas hormonas que aún se mantienen en nuestros cuerpos hace más pesada nuestra existencia misma.

Por otro lado el miedo es una emoción contagiosa. En una habitación, el miedo de una sola persona puede extenderse a los demás con suma rapidez. Si el miedo se propaga de este modo, puede reducirse el dolor de la persona que lo ha propagado. Los rumores y las verdades a medias constituyen mecanismos de transmisión muy poderosos.

Aunque el miedo puede resultar muy incómodo, más vale sufrirlo que reprimirlo. El miedo es tanto un amigo como enemigo, porque dentro de su envoltura miserable, restrictiva y debilitadora contiene sus opuestos capaces de transformar, como son la excitación y el valor. En lugar que el miedo controle nuestras vidas, podemos valernos de él para obtener energía transformadora y potencialiadora en la labor de reconstrucción.

Como puede apreciarse en el ciclo del miedo, éste puede romperse a través de medios físicos, psicológicos o una combinación de ambos. Físicos son aquellos ejercicios agotadores, con los que uno libera los desagradables efectos físicos de las hormonas. Los medios psicológicos se refiere a la comprensión de la naturaleza de la amenaza.

Si nos enfrentamos a un miedo, le restamos poder: habrá que usar la lógica y los hechos para romper la cadena del miedo. La verdad y la lógica pueden derrotar el asalto de los miedos sentidos y transmitidos. Compartir con sinceridad y honestidad el miedo puede suponer un alivio para los demás. Decir “realmente tengo miedo de esto o lo otro”, sin tratar de asustar a otras personas, da resultados favorables, hace que los otros sean capaces de acompañarnos en nuestro miedo, de reconocer sus propios miedos, sin que el nuestro los contamine. Además quienes pueden  mencionar sus temores con toda sinceridad suelen ser menos temerosos que los que son incapaces de reconocerlos.

Sí se encuentra interesado(a) en ampliar sobre el tema, comuníquese al (503) 2243-0693 o ades.empresarial@midesarrollo.comwww.coachinginteractivo.com

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