El inicio de un nuevo año, sobre todo éste que deja atrás una estela de destrucción, conlleva una oportunidad para proponernos mejorar lo pasado, pero conscientes de la asechanza de varios enemigos que toman forma en los temores que siempre han reinado pero que ahora se nutren del actual contexto.
Independientemente de la situación presente, muchas veces hemos abortado proyectos o ni siquiera los hemos iniciado, ante temores que nos rebasan y paralizan. Podemos experimentar aprensiones hacia diferentes situaciones, personas o cosas, aunque es pertinente enfocarnos en tres temores recurrentes: temor al fracaso, al rechazo y al cambio. Estos temores en diferentes momentos, nos pueden emboscar, empujándonos a dejar de lado nuestros propósitos para resguardarnos y evitar potenciales peligros.
El principal perjuicio de tales temores radica en drenarnos energía en todo sentido, misma que debe ser utilizada para manejar los acontecimientos desafiantes de la vida.
Conscientes del detrimento derivado de abrigar temores asfixiantes, debemos reaccionar de forma oportuna, hábil y efectiva. Abordemos cada temor y posibles comportamientos desde una óptica de crecimiento emocional:
Temor al fracaso. El fantasma de la derrota sondea nuestras vidas, enviándonos mensajes de duda y pesimismo. Después de todo, los estándares sociales nos exigen un triunfo en lo que emprendamos, caso contrario, seremos vistos como desencajados y hasta “parias”. Partamos de una premisa real, el verdadero triunfo comienza por encajar con nosotros mismos. Por otro lado, un fracaso puede sobrevenir debido a diferentes causas, pero una que es relevante y atañe a cada persona, se refiere a la capacidad de anticiparnos y prepararnos con propiedad ante la conquista deseada. Debemos definir con precisión aquellos ideales y batallas a luchar que correspondan a nuestros verdaderos intereses, evitando la seducción por actividades “atractivas” pero que no conectan realmente con nuestra naturaleza y capacidades intrínsecas.
Temor al rechazo. Pareciera que en la sociedad actual la aprobación y el rechazo están al golpe de un “Me gusta”, y de allí derivarse bienestar o malestar personal. Es habitual que muchos depositemos nuestra propia estima en función de las aprobaciones sociales, las cuales resultan ser una forma engañosa de sentirnos dignos. Un axioma que no podemos transigir es: “somos valiosos/as per se” y nuestra valoración radica en la percepción madura que tengamos de nosotros mismos. En última instancia, ¿de quién puede provenir el rechazo? ¿de alguien que realmente tiene poder sobre mí o de alguien a quien yo decidí otorgarle ese poder? Como bien decía Eleanor Roosevelt: “Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento”. Finalmente, quienes rechazan a otros, evidencian su condición negativa de quienes resultan ser y no la de aquellos a los que descalifican.
Temor al cambio. Vinculado con los dos temores anteriores, se apodera de nosotros/as la sensación de que ciertos cambios serán riesgosos en tanto podríamos fracasar y por consiguiente recibir rechazo de otros por haber “fallado”. Para todos es claro que el cambio es inevitable y hasta necesario en tanto nos provee la oportunidad de desplegar las propias capacidades y, por consiguiente, evolucionar. Una actitud positiva de abrazar el cambio y una postura esforzada ante sus posibles amenazas, haría viable que encaremos las mudanzas de forma eficaz, obteniendo provecho, independientemente que no corresponda a lo que esperábamos pero que sí deriva siempre en beneficios escondidos.
Con lo anterior mencionado, todo se reduce a analizar los pensamientos que tenemos sobre cada una de esas categorías temibles, subyaciendo los deseos explícitos o implícitos que cada quien abriga. Aclarar con visión sabia esos pensamientos invalidará las quimeras y dragones, dejando de intimidar cuando su efímera existencia queda al descubierto, despejando así el camino para la libertad de lanzarnos a nuestras legítimas conquistas.
“Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos” - Marie Curie
“El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar” - Francisco de Quevedo