Conforme avanza un entorno cambiante, de súbitos movimientos, sobrevienen experiencias de adaptación y asimilación a estos cambios; experiencias que suelen estar cargadas de emociones intensas que frecuentemente generan cuadros de estrés crónicos en muchas personas. Nadie desconoce las consecuencias nocivas del estrés extremo en nuestras vidas. Entenderemos como estrés a la manifestación psicológica y fisiológica como respuesta de adaptación o defensa ante una situación que se percibe cambiante y muchas veces, amenazante, lo que nos lleva a actuar de forma muy particular.
Últimamente no es extraño encontrarnos con personas con una serie de sintomatologías asociadas al estrés, tanto físicas, psicológicas como conductuales: hipertensión, erupciones en la piel, hiperventilación, fatiga crónica, mal humor, ira, adicciones, dificultad en concentración, dificultades para dormir, ansiedad, y podríamos seguir enumerando muchas más. El aspecto a resaltar es que ante un estrés mal manejado habrá manifestaciones diversas a las cuales debemos prestar atención a fin de evitar un deterioro mayor en nuestra salud en general y consecuentemente en nuestro desempeño diario.
Cuando nos referimos a la condición de estrés se deben considerar dos aspectos fundamentales: las causas que lo provocan y las estrategias que utilizamos para hacer frente a estas causas.
En cuanto a las causas, sabemos que tanto en el plano personal como laboral se encuentran factores que provocan estrés. A nivel personal podría ser desde una situación familiar sin resolver hasta dificultades de índole económico, sin descuidar las relaciones personales que entablamos. En el plano laboral podemos encontrarnos entre algunas de las causas: carga excesiva de trabajo, demandas y presiones de los jefes y clientes, falta de recursos, políticas y sistemas de trabajo cambiantes, condiciones físicas adversas. Conviene concentrarnos en el área laboral, ya que en ella se identifican con mucha facilidad y frecuencia causas que disparan un constante estrés. La razón es que nos encontramos ante un medio económico empresarial envolvente que nos exige resultados y abundancia. Las condiciones de cambios permanentes llevan a una dinámica acelerada de acciones en búsqueda de competitividad y sobrevivencia de las organizaciones. Las empresas a través de sus directivos, generan una presión tal que las metas a cumplir conllevan una cuota de sacrificios continuos de parte del personal. Nos encontramos frente a dramas diarios de vida, donde muchos no logran ver el camino para contrarrestar esta presión.
Normalmente reaccionamos ante una presión con elevado activismo, movilizándonos en varias direcciones, producto claro de las descargas hormonales, entre ellas la adrenalina liberada, como mecanismo de respuesta. Sin embargo, muchas de estas acciones no necesariamente hacen frente a las causas fundamentales que provocan estrés, lejos de eso, hasta podrían aumentar el mismo, a través de conductas repetitivas sin foco ni sentido, propiciando una espiral descendente.
Por lo anterior debemos abordar el otro aspecto: las estrategias para enfrentar las causas del estrés. Ciertamente muchas veces no podremos cambiar nuestras realidades que provocan el estrés, la economía mundial y las empresas particularmente, tienen sus propias dinámicas. La clave radicará en utilizar estrategias que nos permiten manejar satisfactoriamente ese nivel de demanda que experimentamos y es acá donde normalmente carecemos de conocimientos y habilidades para hacerlo. Precisamente las estrategias que despleguemos determinará el impacto que tenga sobre nosotros las presiones, demandas, desafíos y cambios.
Las estrategias a utilizar podrán robustecernos y ayudar a contrarrestar las causas y hasta poder manejar mayor número de exigencias conforme adquiramos destreza en su uso.
Es imperioso que si no deseásemos sucumbir ante el estrés, desarrollemos capacidades para balancear la presión al grado que podamos utilizar la energía liberada como una fuente positiva para responder creativamente y no limitadamente. Estas estrategias conllevan un aprendizaje continuo de conceptos y técnicas que favorecen pensamientos, actitudes y comportamientos que limitan que los causantes del estrés se materialicen en un cuadro nocivo en nuestras vidas. Entre las estrategias a considerar conviene utilizar un proceso de percepción más refinado que filtre las experiencias vividas, no como algo negativo si no como un cambio que bien manejado puede abonar en nuestros objetivos de vida. Lo anterior conlleva a mantener un pensamiento racional y objetivo que limite ideas y emociones perturbadoras que fundamentalmente son las que desencadenan los ciclos de malestar personal.
Iniciar por efectuar cambios en nuestro esquema habitual de pensamientos será vital, en tanto que no podremos generar un impacto positivo ante las presiones con un enfoque derrotista y fatalista. Los cambios y las presiones ahora y en adelante se agudizarán; de allí que para evitar verlas como amenazantes las observemos y transformemos como desafiantes y como oportunidades para desarrollar nuevas capacidades.
Al evitar un pensamiento irracional, creará una mentalidad enfocada a buscar soluciones enriquecedoras cuando aparezca el rostro desfigurado del estrés, y de allí que se podrá profundizar en identificar otra serie de estrategias complementarias a la del pensamiento racional. Usted mismo/a se encargará de ampliar otras opciones que le ayuden a que la visita del estrés sea incitante y no obstaculizante.
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