Estamos acostumbrados a escuchar o referirnos al término “Proyecto de Vida” como aquel sistema funcional de vida en el que nos comprometemos para alcanzar algún propósito particular en la existencia de la persona. El término es acorde en tanto da orientación sobre lo que es importante para alguien en particular y sobre lo cual habrá de concentrar sus esfuerzos y energías.
Sin embargo, el término a considerar previo a todo proyecto de vida, debería ser “Concepto de Vida”, el cual se refiere a las creencias fundamentales y constructivas que rigen a la persona sobre lo qué es la vida de sí mismo/a y la de los demás. Concepto de vida es la visualización de cómo debe o debería ser la vida desde el fundamento de los valores personales, es decir aquellos principios superiores que mueven a la acción.
Un proyecto de vida es bueno pero habrá que preguntarse desde qué concepto se concibió: uno propio o de otros, ajenos a mi vida. Podría contar con un proyecto bastante definido de vida y con directrices coherentes y efectivas, pero ello no implica que esté edificando el verdadero proyecto para mi vida, si éste ha sido conceptualizado desde guiones e ideas que no radican en la fuente de sabiduría vital de cada persona. Los proyectos de vida podrían ir desde una formación y una vocación, un trabajo hasta un matrimonio o familia; el factor vital acá no radica cuál sea si no de dónde proviene.
Es muy fácil iniciar una vida y continuarla, absorbiendo a través del proceso familiar, de socialización, formación y exposición continua, a ilimitados mensajes, durante el cual es usual que queden sepultadas nuestras riquezas más profundas sobre las cuales se yergue nuestro ser, un ser que no sigue alzándose al quedar relegado por los conceptos “extraños”, adquiridos sin filtro alguno. Por mencionar algo, ¿quién no busca el reconocimiento y el éxito? y ¿de dónde proviene ese deseo frenético de conseguirlo? Acaso la respuesta no se encuentra en la avalancha de ideas de un sistema de vida enfocado a la búsqueda constante del poseer, el apego y el placer. Muchos mantenemos un carrera constante tras algo que de verdad no queremos alcanzar, pero de alguna forma ha sido estimulado desde fuentes externas.
El problema de vivir de forma superficial proyectos que no nos corresponden, es sencillamente que realmente no vivimos nuestras vidas, y de ser así ¿qué caso tiene tanto esmero? Antes o después nos terminaremos enterando que aquello fue una ilusión producto de condicionamientos sutiles.
A fin de desenmascarar esas baratijas disfrazadas de tesoros debemos hacer nuestro examen y sumergirnos en nuestro interior, a fin de recuperar la riqueza basada en nuestros valores fundamentales, aquellos que rigen el camino correcto, la senda perfecta y el ascenso a lo realmente gratificante y trascendente. De allí se genera un buen comienzo para poseer un concepto de vida robusto y definido, nada frívolo y banal, si no delineado por creencias potentes de realización personal. Y desde allí usted podrá conceptualizar proyectos de vida con sello personal, libre de un menú de pseudos proyectos.
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