Perder el rumbo de la vida podría estarse convirtiendo en una experiencia masiva con consecuencias nefastas para las personas. La embestida de los acontecimientos personales, sociales, económicos, entre otros, están propiciando sistemáticamente que las personas se vean expuestas a una serie de demandas de un nivel superior a las capacidades creadas y trabajadas desde el interior. El balance se pierde y prevalece la presión.
La seducción de un entramado de valores superficiales es la forma sútil pero efectiva de ganar terreno en cada persona. A penas percibido, estamos expuestos a corrientes de pensamiento reduccionistas enfocados a la materialización descuidando la construcción de simientos personales que faciliten las condiciones para generar no sólo usufructos materiales sino fundamentalmente aquellos imperecederos como la sabiduria, serenidad, prudencia, entereza, tolerancia, etc. Estamos invirtiendo más tiempo en asimilar sin filtrar, ideas que lejos de fortalecernos, nos debilitan cuando la realidad impera. Piense usted en la trillada propaganda de “poseer” algo para ser feliz y cuando por alguna razón lo pierda, ¿qué sucede? obviamente, ser infeliz. La pregunta de rigor es ¿por qué tiene que ser así?
Las circunstancias actuales nos están forzando a hacer un alto en el camino y reevaluar la ruta trazada y la nueva a seguir, lo cual resulta positivo como experiencia de vida. Aunque estresante, es una experiencia potencialmente beneficiosa para el crecimiento. Toda carencia conlleva la evaluación de lo que se ha perdido y la necesidad creada o real de ese objeto perdido.
Un caso que inunda las leyendas urbanas hoy en día son las personas que han sido desvinculadas de un trabajo particular y aquellas que temen que ocurra esto; estas personas se encuentran expuestas a una sensación de vulnerabilidad que debería forzar a un análisis altamente reflexivo e intuitivo de los mensajes subyacentes. Lo anterior permitiría disponer de mejores elementos para una decisión más certera sobre lo qué continuará haciendo de su vida, lo cual va desde la búsqueda de nuevas oportunidades laborales hasta la reafirmación interior del poder personal, pasando por un proceso silenciosamente doloroso de despertar para sacar a flote lo que hará que el nuevo rumbo se convierta en un rumbo más predecible y menos accidentado.
Paradógicamente una adversidad como la mencionada, muchas veces nos paraliza y obstaculiza la visualización de nuevas y mejores rutas de acceso para retomar el camino correcto que nos llevará al lugar correcto. Frente a la amenaza sobreviene el desconcierto, la negación, la resistencia, la ira, la furia, la frustración, la depresión, empaque perfecto para abrigar la parálisis. Para todo hay un tiempo y debemos tomar el tiempo para experimentar todas y cada una de esas emociones, pero como condición básica para generar la conducta emprendedora en búsqueda de la condición que contribuya a la realización personal.
Cuando alguien es atropellado por la realidad, debe reponerse y descubrir las causas de ese accidente, ¿fue el camino?, ¿fue la ceguera?, ¿fue un descuido?, ¿fue el tráfico?, como sea, pero determinar qué lo causo y luego determinar qué camino seguir en lo sucesivo. Si retoma la ruta anterior, pondere únicamente que tan expuesto estará a un nuevo golpe y si toma una nueva ruta, pondere únicamente si tiene un plan para seguirla, ahora con un mejor criterio de a dónde ir, por dónde ir, cómo ir y todo aquello que haga del trayecto un proceso de crecimiento y fortalecimiento personal.