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Kilos de Soberbia u Onzas de Humildad, ¿Cuál nos define?

Los seres humanos, en su gran mayoría, solemos tomar actitudes de exuberante arrogancia en diferentes etapas de nuestra vida al grado que distorsionamos nuestra verdadera identidad al calor de sensaciones de grandiosidad que solo nubla el horizonte y limita las oportunidades.

El proceso humano de convertirnos en personas soberbias, fatuas e imponentes podría tener causas variadas, desde la experiencia de carencias pasadas en nuestra vida y su mecanismo de compensación presente, hasta momentos de extrema severidad sufridos por la misma agresividad de otros, sin olvidar aprendizajes de estos comportamientos en supuestos “modelos” en nuestras vidas. Independientemente de los orígenes de ese comportamiento endiosado, lo cierto es que debemos reconocer el perjuicio del mismo en todas las esferas de la vida, pero en una fundamental: la de nuestros ambientes de trabajo, en tanto que es en ellos donde ocupamos la mayor parte de nuestro tiempo y a la vez es donde deberíamos de propiciar conductas de mayor conciliación para el logro de objetivos comunes.

La soberbia misma limita la posibilidad de abrir canales y construir puentes de entendimiento y sobre todo, de ejecución. Normalmente una persona altiva, pretende imponer a los demás sus criterios y provocar un comportamiento contundente desde su percepción, aniquilando todo intento de otras opciones que podrían incluso, ser de mayor beneficio.

El lema es “vencer”, ni siquiera ganar, ya que cuando se vence, hay vencidos y de esta forma el vencido buscará revancha, generando una división constante que no sostendrá ningún progreso, por tanto, no hay en verdad ganancia. Y por otro lado, sí cree alguien haber ganado, será aparente, ya que esa división le socavará posteriormente. Puede saborear la sensación de “triunfo” momentáneo pero no podrá disfrutar el del éxito ya que para éste se requiere de los demás.

Usualmente tenemos la creencia que este comportamiento altanero se evidencia de mejor forma en personas que ocupan posiciones de autoridad en las empresas. Sin duda, la posición de mando, es un factor que podría incidir y provocar mayores espacios para pretender instalar y desplegar posturas intransigentes y ruidosas que suelen aplastar voluntades individuales y grupales. No obstante, la soberbia tiene diferentes rostros y diferentes lenguajes. También personas en cargos operativos podrían exponer rasgos de pedantería y arrogancia con su grupo par o bien con personas ajenas a la empresa, inclusive y peor aún, con clientes tanto internos como externos. Es decir, todos/as y cada uno/a somos propensos a ser sencillamente soberbios.

De más estará confirmar que, si bien, vivimos en un mundo que legitima y hasta premia la agresividad indolente sobre los demás, aplastando al “rival”, los costos y resultados al final sólo pasan factura con creces a la empresa y sus involucrados, en afección de la verdadera razón de toda empresa: el crecimiento de las personas para así lograr el crecimiento de las empresas.

Obviamente el antídoto para toda soberbia lo sabemos bien: la humildad, la conocida, promovida y olvidada… humildad. Y es que resulta totalmente incompatible tomarla como patrón de comportamiento en un mundo visceral y monstruosamente defensivo, argumentando sin verdadero sustento, que es señal de “debilidad” en un contexto voraz y mordaz. Lo cierto que la humildad puede tener muchas más llaves de acceso para el entendimiento y la complicidad sana entre los miembros de un equipo. Desmitificando el concepto de humildad, éste no implica una actitud pasiva, permisiva, lejos de ello, lleva consigo un ingrediente de serenidad que hace bajar las defensas de los demás. Alguien hace dos mil años, bien confirmó: “sean mansos como palomas pero sagaces como serpientes” en clara alusión que la mansedumbre no implica tolerancia indiscriminada, si no la capacidad de actuar con agilidad a fin de evitar daños por nuestra conducta y la de los demás, pero no de forma defensiva y atacante, en todo caso, de forma, reflexiva y asertiva, es decir, con firmeza sustentada en la razón y los valores.

Las decisiones que tomemos sobre qué comportamiento asumiremos, soberbia o humildad, dependerá de la verdadera responsabilidad que cada persona tome de conocerse a sí misma y establezca en relieve visual y vivencial sus principales valores de vida. Difícilmente se podrá mantener como constante un comportamiento beligerante y pernicioso, una vez hayamos dimensionado que la esencia misma del ser humano, pese al pensamiento generalizado que es la satisfacción propia, en verdad es la trascendencia de todo egoísmo para dar paso a la convivencia solidaria.

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano” - San Agustín

“La soberbia es el vicio más frecuentemente castigado, y, sin embargo, el más difícil de curar” - Nicolás Tommaseo

Sí se encuentra interesado(a) en ampliar sobre el tema, comuníquese al (503) 2243-0693 o a des.empresarial@midesarrollo.com

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