En la actualidad uno de los principales retos que tienen nuestras empresas es continuar no sólo funcionando sino también volverse productivas y competitivas, de cara obviamente a las nuevas realidades que hoy por hoy estamos viviendo y por qué no decirlo, enfrentando. Estas nuevas realidades que más parecen permanentes realidades de cambio y exigencias nos llevan a replantear la forma de cómo estabamos realizando nuestras gestiones y nos obliga a responder de manera diferente de cómo lo hacíamos.
Observamos que nos circundan crisis o coyunturas, según como desee llamárseles, de diferentes tipos, por mencionar algunas: políticas, sociales, religiosas y una fundamentalmente notoria y que nos atañe particularmente: la crisis o coyuntura económica que presenta escenarios generadores de incertidumbre y hasta desesperanza. De suyo las crisis que actualmente vivimos ponen de manifiesto la necesidad de responder con creatividad y efectividad desde un plano personal, profesional y sin duda empresarial. Y para ello los aportes que cada miembro provea a las empresas podrá significar muchas veces el factor crítico de éxito que contribuya no sólo a la sobrevivencia y permanencia de las empresas, sino a lograr una real competitividad.
Considerando lo anterior, una posible pregunta sería ¿Qué tipo de profesional requieren las empresas para hacer frente a estas nuevas condiciones del mercado? La respuesta no se puede simplificar creando un perfil que se tome como la tabla de salvación, sin embargo, un perfil propuesto puede orientar la evaluación y escogitación de personas con algunos rasgos que pueden resultar relevantes para el nuevo gestor que demandan las empresas.
A continuación se presentan algunos rasgos o factores a considerar al momento de identificar o desarrollar las cualidades de personal profesional, calificado, competente y comprometido:
PROPOSITOS DE VIDA DEFINIDOS: Habrá que iniciar por lo básico y fundamental, es decir, contar con un propósito de vida estimulador de mis potencialidades, que me oriente y determine cuándo continuo o cuándo me he desviado del camino, y hablamos de un camino que nos lleve a evolucionar en nuestras gestiones personales y profesionales. La diferencia sustantiva entre los típicos propósitos que todos hemos de poseer con propósitos valederos es que éstos últimos deberían responder más a valores de desarrollo y crecimiento colectivo y compartido y no responder a necesidades reduccionistas. Precisamente el contar o no con un sentido en nuestras vidas puede hacer la diferencia entre un profesional debidamente enfocado y fortalecido, de uno que responda únicamente a estímulos y quien se podrá ver presionado, limitado y debilitado frente a las adversidades y retos de un mundo empresarial impredecible y absorbente.
LIDERAZGO: Lo cual implica capacidad de inducir y estimular a otros a edificar sobre propósitos gratificantes. Conviene ir desmitificando el concepto de liderazgo, envuelto en una especie de halo, al que algunos pueden accesar, pero limitado para tantos más. Aquellos individuos con sólidos y verdaderos propósitos aunque silenciosos pueden generar un verdadero liderazgo, basta que se cuente con una presencia intensamente sentida, basada en fuertes convicciones constructivas, y estaremos en capacidad de estimular e influir positivamente en otros. Ser buenos profesionales sin liderazgo implica ser buenos técnicos sin trascender y generar mejores condiciones en nuestros ambientes y el de los demás. Asumir la responsabilidad compartida de desarrollarnos es un principio fundamental para generar liderazgo.
CONOCIMIENTOS: Sin duda alguna conocimiento es poder, el necesario para emprender y concluir acciones y proyectos específicos. Se requiere de personas con sólidos conocimientos en los campos de acción y especialización determinados. Si requerimos de financistas, mercadólogos o informáticos se esperará que las personas identificadas conozcan de estas ramas, sus conceptos, técnicas, procedimientos y los resultados esperados de tomar una u otra decisión en esas materias. Los conocimientos aplicados continúan siendo muy escasos, no porque falten fuentes o medios para adquirirlos sino por haber disminuido la pasión por su aprendizaje.
ACCION CREATIVA: Los guiones predeterminados han caducado, habrá que poseer una capacidad para visualizar soluciones creativas, sustentadas en conocimiento y disciplina y que se traduzcan en acciones consistentes. La diferencia entre actividad y acción se encuentra en que ésta última produce resultados, la actividad sólo es movimiento, y habría que enfocarnos en identificar individuos capaces de cuantificar sus logros y no sólo en analizar únicamente sus planes o propuestas. Ante escenarios que generan ansiedad y preocupación, convendría revertir esta energía negativa en la ya conocida tensión creativa, la cual puede contribuir a hacer frente a un contexto incierto pero retador de donde podríamos identificar oportunidades aún sin explorar.
COMPROMISO: El compromiso genuino e incondicional lleva a concretar un sentido de responsabilidad tal que se derivan del mismo la disciplina, honestidad y lealtad. Personas comprometidas únicamente consigo mismas llegan a tener una visión parcial que se contrapone a la visión colectiva de una organización. Quien permanezca en una empresa debería de compartir esa visión organizacional, que se entiende es edificante, de lo contrario el mínimo de honestidad le llevaría a decidir su retirada.
MISTICA: Lo cual significa hacer bien las funciones encomendadas, incluso superando los estándares y hacerlas con verdadera satisfacción y gusto, considerando que lo asignado conlleva un sentido de confianza y pertenencia mutua; aportando no sólo la ejecución de una tarea sino el entusiasmo multiplicador al momento de su realización.
SENTIDO DE URGENCIA: Que no se confunda este factor o característica, con las “urgencias” tan conocidas y provocadas por nuestra carencia en la organización y orden laboral e inclusive personal. Por el contrario, ante la exigente realidad que ya mencionamos vivir, deberíamos ser capaces de ocuparnos diligentemente en prevenir o solucionar las problemáticas que nos acontecerán o acontecen. Habrá que erradicar el vicio de posponer, desvirtuando la fantasía que solemos tener de que mañana podremos solucionar lo que pertenece por fuerza al ahora.
APRENDER LA MANERA DE APRENDER: De cara a los constantes cambios, la mejor estrategia sería aprender de los mismos, evitando caer en la simplificada idea que mucho sino todo se conoce. Una mentalidad flexible, capaz de estimularse de las nuevas realidades y aprender de ellas convendría con el propósito de reconocer cuáles son las nuevos escenarios, condiciones y reglas, a fin de adaptarse y seguir adelante. Esto no contradice el rasgo anterior referido al conocimiento, no se trata de desvalorizar el conocimiento previamente adquirido, se trata más bien de no “diosificar” ese conocimiento, que nos puede limitar la estimulante experiencia de continuar aprendiendo e integrando novedosas formas de resolver problemas.